La tradición romana del cuidado y explotación de los palomares fue introducida en esta comarca como complemento a las actividades agrícolas y poseer un palomar siempre representó un aporte a la economía familiar. El hombre ha sacado provecho de las palomas ya sea utilizándolas como mensajeras, comiendo su carne, especialmente la de los pichones, y usando sus excrementos como un excelente fertilizante.
Los dos tipos de palomas que habitan estos palomares son:
Conocida como paloma común. Quizá su característica más sorprendente es su capacidad para volver a su nido desde los lugares más remotos.
Su pico es de color pardo rojizo y su plumaje gris plomizo, destacando dos anchas bandas negras sobre sus alas. En la garganta y el pecho posee un tono azul ceniza oscuro, mientras que a ambos lados del cuello se lucen reflejos metálicos verdes que no aparecen en las hembras. La zona conocida como el obispillo, situada sobre la base de la cola en la región dorsal, es de color blanco y ésta es la característica más saltante que las distingue de las zuritas.
Es más pequeña que la bravía y tiende a conservar una sola pareja durante toda su vida.
Las adultas tienen patas y pico rojo, con un plumaje de color gris azulado con tonalidades que van del morado al vino en el pecho. En su cuello se distinguen dos manchas laterales verdosas que suelen tener menor tamaño en las hembras y, tanto en las alas como en la cola, se lucen dos discretas franjas negras.